
Tengo un sueño, un anhelo de mi conciencia que siempre está: SANAR. Soy sanadora, sanitaria, acompaño en los procesos difíciles, en las transiciones dolorosas.
Sanarme, despertar la conciencia, darme cuenta de lo que veo. Y transmutar. Cambiarlo. Transformarlo.
Mis fases premenstruales son un regalo para ello. En estos días me doy cuenta que tengo «ojos» por todas partes. Observo, percibo, intuyo. Si algo me hace crecer son estos momentos en los que el velo de la conciencia y la inconsciencia es estrecho.
Y veo. Veo muchas cosas, me doy cuenta de patrones viejos con los que ya no me identifico que afloran para ser revisados. Me doy cuenta de la sensibilidad en la que mi niña ha crecido, las percepciones que se amplían debido a ello pero también del dolor que sale a la luz. Mucho dolor… y en eso es en lo que enfoco esta sanación: liberar el dolor que está bloqueado, purgarlo y hacerlo visible, agradecerle y dejarlo marchar.
Por eso la fase premenstrual no es la más querida de nuestro ciclo, cuando el dolor llama a despertar la conciencia a nadie le gusta volver a sentirlo. Sin embargo el dolor, como la misma sombra, son compañeros de viaje de la mujer y de la mano nos van enseñando. «Gracias Dolor por tanto Amor» dice la canción…
Estos momentos de contracción y expansión de conciencia, inmersión en la sombra y ascensión a la luz de la creación son absolutamente ricos y nutritivos. A veces me cuesta mucho explicárselo a las mujeres que acompaño y tengo que hilar fino para que no piensen que soy masoquista (hubo un tiempo en el que yo misma lo pensé) pero en mi paso por la visión de la medicina andina y por el sentido común que tienen sus prácticas, esto me quedó grabado en mi psique y en mi cuerpo. El dolor hay que sacarlo.
Todo el dolor deja huella física y su expresión y liberación hacen que la herida vuelva a sangrar para que cicatrice mejor. ¿Cuántas de nosotras no hemos ido acumulando pequeños/grandes dolores en nuestra vida? Abandonos, rechazos, desvalorazción, acoso, agresión, muerte… Cuánto dolor en estos años!
Y cuánto más consciente eres más ves esos pequeños/grandes dolores que quedaron en tu corazón.
No quiero ser más fuerte y seguir acumulando dolor en mi cuerpo, quiero abrirme a la vida sin máscaras, permitirme desprenderme de patrones que fueron creados para compensar, aliviar, acorazar el dolor. Ya no los necesito. Ahora siento que mi poder reside en ver la tempestad, recibirla en el cuerpo y surfear el dolor con la visión que me da haber aprendido a navegar en fuerte marejada y saberme más allá de este dolor.
Ahora intento vivir sin esa identificación constante, no soy el dolor, soy mucho más que eso. Interpreto la realidad desde la mujer que soy, aquí y ahora, observando cuándo y porqué lo hago desde la herida que porto.
A veces siento cómo va llegando la tormenta y me observo escondiéndome o en plena resistencia y lucha contra ella. Esto generalemente se traduce en mi cuerpo como más tensión abdominal y dolor en el vientre. Pero cuando llego a la comprensión de que sólo tengo que rendirme y confiar en la sabiduría que he ido tejiendo, comienza a fluir un abceso de creación y luz donde los viejos patrones, las emociones atascadas y los pensamientos destructivos afloran y consigo abrazarlos al fín. Ya no hay lucha, sólo amor. Y no hay mayor sanación que el amor, la aceptación, el respeto, la relajación y el placer. Es un gran tesoro darte cuenta que eres capaz de alquimizar todo eso que no te gusta, que no aceptas y que te duele en algo verdaderamente hermoso y nutritivo.
Si puedes acompañarte o dejarte acompañar en estos momentos y crear un espacio de seguridad y protección, donde todo lo que sale es honrado para sanar, consigues que algo profundo en tu cuerpo, en tu psique y en tu corazón sane correctamente, de dentro a fuera, como las heridas profundas. Es común, sin embargo, en ausencia de compañía, satisfacer esta necesidad de consuelo y abrazo con la comida y en esta fase de nuestro ciclo hay muchas mujeres que tienen encuentros con la nutrición poco saludables. Por eso te propongo que abras los ojos a cómo comes en estos días y desde dónde lo haces, ¿desde la necesidad o desde el deseo de algún alimento concreto? ¿desde la satisfacción inconsciente de un anhelo interno? Nuestra relación con la comida es una pulsión muy primaria.

Desde mi fase premenstrual te animo a que te permitas vivir tus ciclos en toda su plenitud. El otoño es un tiempo de revisión maravilloso para hacerlo, desprendernos de lo que nos sobra para continuar más ligeras y renovadas.
Aquí me tienes para lo que necesites, te acompaño en este apasionante viaje.
Aprende a mirar dentro de ti.
Con amor,
Rocío
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En los Retiros Terapéuticos para Mujeres acompañamos estos procesos de crecimiento personal unido al empoderamiento femenino a través de la autogestión de la salud. Si quieres más información para un tratamiento vivencial puedes verlos aquí:
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